“UN DIRECTIVO SE PARECE A UN LÍDER, COMO UN HUEVO A UNA CASTAÑA”.
“Un directivo se parece a un líder, como un huevo a una castaña”
Esta mañana tocaba dar clase en la Universidad Jaume I en Castellón sobre Dirección y Liderazgo y aunque muchas veces confundimos ambos términos la verdad es que son cosas muy distintas. De ahí el título del artículo: “Un directivo se parece a un líder, como un huevo a una castaña”.
- La dirección tiene como objetivo integrar y coordinar los esfuerzos de los diferentes miembros de la organización de forma que sean llevados a cabo tanto los objetivos de la empresa como los de las personas que la componen. La dirección implica la ostentación de autoridad formal.
- El liderazgo es una clase de influencia mediante la cual se puede lograr que los miembros de una organización colaboren voluntariamente al logro de los objetivos. El líder es aquel que puede influir en las actitudes, opiniones o acciones de los miembros de un colectivo porque éstos deciden voluntariamente dejarse influir por el líder. Para ser un líder no hay necesidad de estar dotado de autoridad formal.
Pero como con ejemplos, se comprenden más las cosas, déjame contarte una experiencia personal de porque un directivo se parece a un líder como un huevo a una castaña. Y es que aunque hay cosas que son parecidas en su aspecto exterior (por ejemplo una posición) pero en su interior son muy diferentes. Un huevo y una castaña son del mismo tamaño y forma pero no se parecen en nada más. Lo mismo sucede en la empresa.
Esta anécdota me sucedió hace algunos años ya, cuando estaba en sexto de EGB (Educación General Básica). Más o menos tendría unos once o doce años. Yo la verdad es que no era un estudiante sobresaliente, más bien normalito tirando a bajo y además había una asignatura que se me atragantaba “Historia y Geografía”. Tal fue así que no tardó en llegar el primer suspenso y la posterior reprimenda de mis padres por aquel suspenso.
Faltando poco para la recuperación recuerdo a mi profesor “Don Gerardo”, me dijo que me preparara el examen, que seguro que iba a aprobarlo. Sin embargo aún así, yo no estaba del todo convencido. Casualmente un fin de semana antes de la fecha de recuperación, paseando con mi familia por la Plaza Redonda de Valencia me lo encontré de frente. Él se presentó a mis padres y se pusieron a hablar y por supuesto de mí. Yo temía el resultado de la conversación y más si cabe cuando acababa no hace mucho de suspender su asignatura.
Sin embargo para mi sorpresa delante de mis padres, les dijo que era un buen alumno. Que había tenido un bache, pero que confiaba en que aprobaría, porque veía cosas muy buenas en mí. Aquellas palabras me llegaron al corazón, lo recuerdo como si fuera ayer te lo prometo. El lunes siguiente tenía clase con él y cuando entró puso su mano en mi hombro y me hizo un guiño. Esa misma tarde empecé a estudiar para aprobar el examen de recuperación. Cuando llegó el examen aprobé.
Desde ese momento, empecé a ver su asignatura con otros ojos. De hecho en la siguiente evaluación recuerdo perfectamente que al margen de estudiar el libro que tocaba y los apuntes de clase, decidí ir a la biblioteca municipal de donde vivía y leer otros libros. El día del examen llegó y lo hice. A las pocas semanas venía con las hojas de los exámenes corregidos y como era costumbre empezó a pasar listar por orden alfabético. Decía la nota del examen en alto y se lo entregaba a cada alumno su examen corregido. Pero ¿sabes qué? Cuando llegó mi turno, cogió mi examen y lo puso al final de la lista de exámenes que tenía entre sus manos.
Yo me quedé estupefacto, tan mal lo habría hecho que me dejaba para el final. La entrega aquel día de exámenes se me hizo eterna y probablemente solo fueron un par de minutos. Cuando llegó el último folio el mío, se acercó a mí con él y me lo entregó. La nota en grande y en un círculo indicaba… 10 + 1.
Si como lo lees un diez y un más uno al lado. Yo jamás había visto nada parecido. De inmediato los compañeros empezaron a agolparse a mi alrededor y a preguntarme que como era posible eso. Yo sabía que me había esforzado, ya no solo por el examen sino porque en mi caso además había tenido que vencer la resistencia de estudiar algo que no me gustaba. Aunque si quien daba la materia. Aquel más uno representa muchas cosas: la importancia de la confianza, la constancia, la generosidad, el efecto Pigmalión, la motivación, etc. Y tantas otras cosas que yo ahora trato de seguir inculcando en las universidades y empresas, conocedor del impacto que tiene tener un buen líder en tu empresa o en tu equipo.
Y es que un directivo se parece a un líder, como un huevo a una castaña. Los que hemos tenido la suerte de tener un “Don Gerardo” (líder) en nuestra vida académica, empresarial, etc. sabemos que este tipo de personas son sin duda extraordinarias y hoy en día cada vez más necesarias.
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Javier Giménez Divieso acompaña a Profesionales, Empresas y Equipos a mejorar sus resultados, a través de la Formación, Mentoring y el Desarrollo Personal.
Directivo senior con más de veinte años de experiencia en diferentes unidades de negocio nacionales. Trabaja actualmente como Formador, Mentor, Conferenciante, Coach Ejecutivo y Equipos certificado por ICF.
Además está acreditado con la Certificación Internacional The Society of NLP de EE.UU y el Dr. Richard Bandler, cocreador de la Programación Neurolingüística y con formación en Hipnosis Ericksoniana.
Comments
Enhorabuena Javier, gran artículo. Que importante es tener líderes de verdad, personas que se preocupan en ti y confian en los momentos más duros.
Gracias Raúl, saludos.